martes, 15 de octubre de 2019

Las mujeres en el mundo rural: La historia de Remedios

No recordaba que el día de Santa Teresa, 15 de octubre, es también Día Internacional de las Mujeres Rurales. Como todas las fechas en las que se recuerda la situación de algún colectivo, tiene como objetivo el reconocimiento al papel decisivo de las mujeres del campo en el desarrollo, la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza. Fueron las Naciones Unidas, en diciembre de 2007 quienes establecieron esta fecha, aunque desconozco la razón, y se observó por primera vez en el año 2008.
Portada del libro
Curiosa coincidencia. En agosto de ese mismo año, la Diputación de Cádiz terminó de editar un libro en el que yo había trabajado durante más de un año: Al hilo de la conversación. Voz, memoria y vida cotidiana de las mujeres del campo.
He querido volver sobre esta historia, a pesar del tiempo trascurrido, porque ayer mismo, en La Barca de la Florida, me encontré con tres de las mujeres protagonistas de este libro. El tiempo ha pasado y algunas de las que participaron en la construcción de esta publicación, aportando sus historias de vida, ya han desaparecido. Es el caso de María y Antonia; otras, como Francisca, con sus 97 años sigue con nosotros, pero en esa nebulosa en la que viven algunas personas ancianas, en la que les resulta muy difícil distinguir entre el mundo de los vivos y el de los que ya se fueron para siempre. Qué naturaleza la suya, con lo que tuvo que superar: la muerte de su madre cuando era una niña, la huida de las tropas franquistas, desde Málaga, andando por la carretera, bajo las bombas de los aliados fascistas, hasta llegar a Alicante, de la mano de su padre, un simple jornalero. Y ahí está “Paquica”, a la que recuerdo con su sonrisa irónica y recitando los larguísimos romances que se sabía de memoria.   
Encarna, Remedios y Encarnación… No puedo creer que esas mujeres luchadoras y llenas de vida cuando las conocí, hayan perdido tantas capacidades en una década. Me lo cuentan Antoñita, Pepa y Encarna, que, a pesar de la edad, aún tienen vitalidad y motivación para asistir a los actos culturales de su pueblo.
Pepa, Antoñita y Encarna en la actualidad
 Coser y C@ntar era el título que puse a un taller de historias de vida, germen del libro, una publicación pionera en esa temática. Sentadas alrededor de una mesa, nos reunimos durante meses. Ellas con la labor en las manos y expectantes, sin saber muy bien en qué consistía mi propuesta. Ni más ni menos que recuperar la vida cotidiana del pueblo, a través de sus relatos. Colectivamente, y al hilo de la conversación, aquellas tardes alumbraron un ramillete de historias, que son a la vez una magnífica colección de lecciones de lucha, coraje y superación en un tiempo de silencio, gris, plagado de injusticias y adversidades. Las narraciones nos hablan de la vida rural en Andalucía, desde los años treinta del siglo XX, años en los que subsistir era una proeza para la población sin tierra. El relato coral tiene un doble valor: mostrarnos la fuerza de las protagonistas, que, a pesar de tantas vicisitudes, han conseguido crear su propia familia y mantener su dignidad a flote. Y por otro lado, recuperar la vida de nuestras madres y abuelas, y con ello hacernos conscientes del gran valor de las mujeres rurales y reconocer la contribución de este colectivo al gran salto social que se ha producido en Andalucía rural en las últimas décadas. 
Y para muestra un botón. La historia de vida de Remedios, una mujer que vivió una niñez y una juventud sin problemas importantes. Familia humilde, padres parcelistas, y con lo que daba el campo y los animales tenían suficiente. Sin embargo, a partir de su matrimonio empezó para ella una etapa llena de privaciones y de sufrimiento. Lo que esta mujer compartió con nosotras, es una lección de vida: habló de sus estrategias para escapar y manejar lo mejor posible las broncas y las obsesiones del marido; su terrible y anunciada muerte, con sólo treinta y tres años y otra pérdida aún más dolorosa si cabe: la de su hijo, durante el servicio militar… Y ella, ahí, presente, como una roca, dando seguridad a sus hijos, haciendo de tripas corazón y echándole coraje a la vida.
Remedios y su marido el dia de la boda 

(…) “Mi novio entonces vivía con su madre en una choza, una mujer viuda, con sus hijos…, y allí nos teníamos que meter nosotros. Mis padres se habían tomao mal lo de mi embarazo y eso de irme con el novio sin estar casaos, pero después de nacer la criatura me acogieron en su casa. Mi padre nos hizo una choza en su parcela, porque el cura del pueblo siempre relataba porque decía que era pecao eso de dormir juntos sin estar casaos. Yo a principio tenía una mesa, cuatro sillas y una cama, eso era lo que tenía, unas sillas ahí mismo, de enea, que todavía las tengo. Lo que pasa es que tuve la desgracia de que se me quemó la choza y los cuatro muebles que me compraron cuando me casé me quedé sin ellos. No trabajaba fuera, bueno… algunas veces ayudaba en la parcela, pero a eso no le llamo yo trabajar… ¡Ya tenía bastante yo con un niño detrás de otro, hasta ocho! Luego, cuando se murió mi marío, a lo mejor iba a una familia y echaba dos o tres horas lavando, o iba a coger algodón con los mayorcitos, pero un trabajo continuo, no podía.
Él, trabajador era como el primero, pero tenía mu mala bebida. Venirnos a la Barca, desde la choza, fue malo pa mi marío, porque tenía tiempo de irse a la taberna. En el campo no se iba a la taberna pa no dejarme sola, le daba miedo dejarme sola. O sea que bebió mucho más desde que nos vinimos aquí. Celoso era al máximo y cuando bebía eso era insoportable. Al otro día, ya que estaba bueno, me pedía perdón. El médico le preguntó un día: ¿tú bebes? Y entonces le dijo que si no dejaba la bebida seguiría viendo esas cosas, porque él decía que veía cosas. Eran los medicamentos pa los nervios, estaba enfermo.
Con treinta y tres años murió y me dejó solita, con siete niños y embarazá del octavo. Hasta los seis meses no me vino la primera paguita y no tenía ni que darles a mis hijos de comer. Tenía yo treinta años. Fue entonces cuando empecé a trabajar en la calle. A partir de ese momento me apañé lavando en las casas. Me pagaban cinco duros lavando to el día y con el niño al lao, meciéndolo en la mecedora. Menos mal que antes no teníamos tantas tonterías y sólo había una silla y una mesa… Compraba la tela de muselina y les hacía to: los calzoncillos blancos, y to, porque entonces se cosía toa la ropa…, así iba saliendo adelante.
Las tiendas me decían que me llevara lo que quisiera, pero yo me llevaba lo indispensable porque luego había que pagar. La primera paga fue pa María la del pan y uno que le llamaban Benítez, allí era donde me fiaban. Luego, una me daba una cosa, otra cosa. Mi vecina me traía de to y me recogió los niños. Esa mujer fue la que me ayudó. El pan y el melón a lo mejor era la comida de mis niños. Pepa, la monjita, así le llamaban a la otra vecina. Me dejaba los niños con ella mientras iba por agua o a lavar. Yo con el búcaro en la mano no podía llevar los niños también. Hasta me ayudaba a lavar la ropa…
Cuando mis niños tenían catorce años se iban a la remolacha o a otras cosas y entonces ya empecé a respirar. Mi hija mayor salió de la escuela pa ayudarme y empezó a trabajar con doce años. Se fue a servir a Jerez. Entonces me hablaron de un colegio interno donde podían estudiar y estar alimentaos. Como yo no tenía ni pa darles de comer pues me lo pensé y los llevé al colegio. A mi me costaba mucho trabajo quedarme sin ellos. Los dos mayores eran los que yo quería que se fueran y yo me quedaba con los chicos. Pero no había plaza na más que pa los chicos. Bueno, ¡qué mal lo pasé yo!, sin mis niños, tan chicos. Ahí se quedaron y luego, cuando se hicieron más mayores los pasaron a Cádiz y luego a Chipiona. Estuvieron hasta los dieciséis años y acabaron el bachiller. Claro, me quitaron tres bocas. Cuando iba a verlos, ellos llorando y llorando, que se querían venir. Pero sólo venían en Navidad, en verano, o en Semana Santa. Ahora que son grandes ya la cosa está mejor. Si yo contara todo, día por día, tendría una novela…”

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