sábado, 8 de agosto de 2015

Nuevo proyecto en Alájar

Una parte del grupo de mujeres

Reunión en una sala del Ayuntamiento

Patrimonio cultural y voz femenina:
Todos sabemos que durante siglos, independientemente de que existieran o no otros medios, (principalmente la escritura) la transmisión del patrimonio cultural, se ha realizado fundamentalmente a través de la palabra. La tradición oral, ha sido un hecho en las sociedades rurales, principalmente en aquellas en las que ha sido difícil el acceso a la educación formal.  Gracias a eso, la rica y diversa cultura popular, ha permanecido viva y hemos podido conocer partes de nuestra historia y tradiciones que de otro modo, habrían desaparecido.

Una parte importante de las producciones culturales inmateriales que nos llegan a través de la tradición oral, se realizan y se transmiten dentro del ámbito doméstico. Por eso,  son las mujeres sus principales difusoras, ya que las tareas socializadoras, durante siglos,  han sido responsabilidad de ellas. Sin embargo, todos sabemos que ni la voz de las mujeres, hasta ahora, ha sido suficientemente escuchada, ni sus prácticas y saberes reconocidos en determinados ámbitos del saber.  
El proyecto que aquí presentamos, quiere contribuir a la recuperación y la transmisión de esa parte del patrimonio cultural inmaterial que, como los viejos ajuares, se guarda en los armarios y los baúles de cada casa. La memoria, la experiencia, la voz  y las creaciones femeninas a lo largo del tiempo son nuestro foco de interés. 
·         Queremos identificar aquellos saberes y productos culturales propios del género femenino, que por su naturaleza doméstica, han sido invisibles para la cultura oficial. 

·         Queremos revalorizar las habilidades y experiencias de la cotidianeidad, como parte del patrimonio  y de la identidad femenina. 

·         Queremos transmitir a las generaciones futuras las distintas formas de expresión, los rituales, usos y costumbres, que están en riesgo de desaparición y que forman parte de nuestro patrimonio común.
Somos conscientes de que son objetivos muy ambiciosos, sobre todo, porque la investigación es una actividad que resulta ardua, fuera de los cauces institucionales donde siempre se ha dado: el mundo académico.
Sin embargo, con este trabajo queremos abrir una brecha para el conocimiento de ese mundo de la vida cotidiana, al que no resulta fácil acceder por los medios tradicionales en los que se mueve la investigación social.    
2.  La historia de vida como fuente histórica y etnográfica:
Aunque a lo largo de la historia, la autobiografía, las biografías y los testimonios personales han tenido una presencia más que notable en la cultura escrita, este tipo de saber, procedente de experiencias subjetivas, como mucho, se le ha dado un carácter únicamente literario. Sin embargo, a nadie se le escapa que la narración es una actividad que se ha practicado desde que existen grupos humanos organizados. La necesidad de transmitir a las nuevas generaciones la cultura: mitos, leyendas, prácticas cotidianas, sistemas de valores, etc., explica que todos los pueblos, pero mucho más los que no han desarrollado sistemas de escritura, hayan utilizado la narrativa como medio de transmisión de saberes y de identidad grupal. Los propios antropólogos pudieron estudiar ciertos pueblos y culturas a partir del siglo XIX, basándose precisamente en la tradición oral de los grupos humanos menos evolucionados desde el punto de vista de la cultura occidental. En ambientes más o menos académicos, sin embargo, ha habido un rechazo a considerar importante lo que la gente corriente hace, siente, o dice, así como al significado que dan a sus experiencias. Esta postura, refrendada por ciertas teorías llamadas científicas, ha ido evolucionando a lo largo del siglo XX. En efecto, las críticas al Positivismo y al Racionalismo han tenido su efecto en los enfoques y las metodologías que los estudiosos y profesionales de las Ciencias Humanas y Sociales aplican hoy en día, en su esfuerzo por conocer la realidad en la que trabajan.
Como dice uno de los Pedagogos europeos más prestigiosos,  Van Manen, "El interés por la narrativa, expresa el deseo de volver a las experiencias significativas que encontramos en la vida diaria, no como un rechazo de la ciencia, sino más bien como un método que puede tratar las preocupaciones que normalmente quedan excluidas de la ciencia normal"
Lo que en definitiva quiere decir Van Manen es, que hay que acercarse a las realidades humanas, yendo más allá de la especulación abstracta, adentrándose en los entresijos y las vivencias más subjetivas, allá donde las ideas se encarnan y nos enfrentan a tantos aspectos que, a pesar de resultarnos tan cercanos, han sido sistemáticamente ignorados por las disciplinas académicas. No obstante, ya desde los años 20 del siglo pasado, la Sociología empezó a interesarse por hacer visibles ciertas vivencias y fenómenos, como por ejemplo el de la emigración. Precisamente el inicio del método narrativo y las técnicas cualitativas se sitúa en la obra clásica de W. I. Thomas y F. Znaniecki: El campesino polaco en Europa y América (Chicago, 1918–1920). Se trata, a la vez, de una recolección de datos surgidos de las prácticas sociales cotidianas de un gran número de campesinos polacos emigrados y de la autobiografía de uno de ellos. Lo esencial del método es identificar los relatos de personalidad, en tanto ellos son mediadores activos entre la presión de situaciones vividas y los comportamientos. La idea es, entonces, contestar un cierto sociologismo reductor y valorizar la relación del sujeto con el mundo que lo rodea.
Aunque el impulso dado al método del relato de vida pertenece a la investigación sociológica de principios de siglo, lo cierto es que desde entonces asistimos a un interés creciente por estos enfoques, prácticamente en todas las ciencias humanas. Por ejemplo, el método narrativo, en formas de historias de vida, tiene una presencia clara en la Antropología y su obra cumbre es la de Oscar Lewis, sobre una familia pobre mexicana. La obra de Lewis ha servido de modelo a multitud de trabajos que durante los últimos años del siglo pasado han tratado sobre colectivos más o menos marginados por la cultura dominante, e invisibles para el mundo académico. Se podría también hablar del uso del relato de vida en las investigaciones históricas. Es una corriente que ha empezado en los departamentos de la historia oral de muchas universidades americanas, europeas y desde luego españolas. Muy sintéticamente, se puede afirmar que todas esas investigaciones tratan de construir la memoria colectiva de una nación, de un pueblo, de una comunidad, de un grupo profesional. Se trata casi siempre de grupos o comunidades en crisis, amenazadas de desaparición, marginados o en fase de cambio y de búsqueda de identidad.
No importa tanto si se les llama de un modo u otro: historias de vida, relatos autobiográficos, o memorias, como el interés que desde hace unas décadas despierta la vida y las experiencias de la gente corriente, de determinados grupos étnicos o de ciertas subculturas. Así, mediante este método se trata de comprender los fenómenos y la realidad social, pero acudiendo a los auténticos protagonistas. Se trata de dar voz a los "sin voz" para que sean ellos quienes expliquen su mundo. Es indudable que este enfoque viene como anillo al dedo para adentrarnos en la cultura rural, a través de la voz de las mujeres, auténticas artífices de todo lo que ocurre en la vida cotidiana. Ellas han sido las auténticas protagonistas de lo que se suele llamar Intrahistoria, ese trasfondo de vida cotidiana, sobre el que transitan los grandes acontecimientos; esos que luego vemos plasmados en los archivos históricos, en la prensa diaria, en los documentos que van dejando los que se han considerado durante siglos, protagonistas de la Historia con mayúscula: los hombres.
Mientras tanto, las mujeres hemos sido silenciadas por el discurso predominantemente masculino y académico. Sólo algunas han tenido la oportunidad de salir a la luz. Me refiero a escritoras, científicas, artistas,  o pensadoras.  Claro está, por el papel importante que han tenido en la cultura,  pero también  por el carácter mismo de su actividad,  son personas que han producido documentación escrita y por tanto, es posible acceder a su conocimiento. Igual ocurre con las mujeres de las clases altas y de la aristocracia, cuyos diarios íntimos y cartas han servido para reconstruir partes del universo femenino en el pasado. Pero, ¿qué sabemos de las otras mujere; esas que, durante mucho tiempo han estado excluidas de la historia?  Son mujeres que no han tenido voz, que no han sido socialmente visibles, porque su trabajo se ha desarrollado más cerca del ámbito privado, o en contextos alejados de los centros de poder, como puede ser el mundo rural, históricamente muy olvidado. Las mujeres del pueblo, en muchos casos sin escolarizar, no han generado documentos de ninguna clase, susceptibles de ser estudiados. Y sin embargo, ellas tienen un saber acerca de aspectos del pasado a los que resulta difícil acceder de otro modo. A través de su memoria y de sus palabras, podemos ver cómo va cambiando el mundo; cómo era la infancia en los inicios del siglo XX, cómo se transforman las costumbres y los valores; cómo se alimentaban nuestros antepasados; cómo eran las  relaciones amorosas, la familia, la maternidad, los ajuares domésticos, el trabajo en la casa y en el campo. En definitiva, la memoria femenina nos acerca a la intimidad de los hogares y al papel real que ellas han tenido en la vida familiar y social.      
Sólo dando voz a las propias mujeres, podremos cuestionar  esas imágenes estereotipadas y falsas,  surgidas del discurso de filósofos y moralistas, desde Grecia, hasta nuestros días. La ideología de la domesticidad nos ha presentado no como lo que somos, hacemos,  pensamos o sentimos, sino como deberíamos ser, hacer, pensar o sentir.
Esas mujeres que nos llegan a través de la literatura moralista decimonónica,  que sólo debían mostrarse bellas y afectuosas, alejadas de toda preocupación y responsabilidad que no fuera mantener el orden doméstico, es un modelo que no se corresponde en absoluto con la realidad. En todo caso sólo tiene en consideración a una pequeña parte del mundo femenino: las mujeres de las clases altas y poderosas.
Las “otras”, las que, desde muy jóvenes han tenido responsabilidades y han aportado energía física y emocional  a la familia y a su comunidad, han sido invisibles.  Y no digamos las que han nacido y vivido en el mundo rural; esas mucho más. Sin embargo, sabemos que su labor, muchas veces callada,  ha ido más allá de lo doméstico. Muchas han trabajado en las explotaciones familiares, otras han sido jornaleras del campo, o han regentado pequeños negocios familiares, han trabajado en el servicio doméstico y también  en las aulas, como esforzadas maestras, en contextos donde su trabajo era poco valorado socialmente. 
Es difícil asegurar qué trabajo resultaba más duro e imprescindible en otras épocas. Las tareas del campo han sido importantes y a veces exigían mucho esfuerzo físico; pero también las habilidades que debían tener las mujeres para el mundo domestico eran muchas y muy especializadas. Sus capacidades y estrategias de supervivencia eran variadísimas y han sido fundamentales para suplir la falta de medios materiales con los que vivían las clases trabajadoras. Sin olvidar el importante papel que han tenido, como sostén  emocional de la familia. Por eso, es necesario reconstruir ese mundo; revalorizar el patrimonio heredado de nuestras madres y abuelas,  irrelevante para los estudiosos de la historia y de la cultura. Y eso es lo que nos hemos propuesto con las mujeres de Alájar: que ellas hablen; que se expliquen; que pongan nombre a tantas historias y experiencias no nombradas y por eso mismo, poco valoradas socialmente.
Sus historias de vida son un documento vivo muy valioso, y nuestro trabajo consiste en recogerlo,  con la finalidad última de que sea conocido y reconocido. Lo verdaderamente destacable de este proyecto es que las historias de vida están siendo recogidas por personas ajenas al mundo académico y que por primera vez se acercan a un trabajo de estas características.
Un grupo de mujeres comprometidas a través de la Asociación La Lozana,  han sido las encargadas de identificar, motivar y realizar las entrevistas a sus vecinas de edad avanzada. 
Mi papel consiste en asesorar y coordinar el trabajo. Juntas, estamos experimentando un proceso de aprendizaje en el que todas damos y recibimos. Para mí es una experiencia nueva, ya que, hasta ahora,  he trabajado en solitario, cerca de las protagonistas de las historias de vida, mirándoles a los ojos, descubriendo lo que hay detrás de sus silencios, emocionándome con ellas, riendo, cantando las viejas coplas… Es un trabajo de reconstrucción de la memoria sentimental y cultural que disfruto cuando puedo y que en esta ocasión me estoy perdiendo, debido a la distancia.
Gracias a los medios técnicos actuales, podemos sortear algunas dificultades  que tiene el método que seguimos. Estamos en el camino,  y sólo cuando lleguemos al final;  una meta en proceso de poder definir con más precisión,  podremos evaluar la experiencia  darla a conocer en sus pormenores. 

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